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Todos los días de tu vida

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“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da” (Éxo. 20:12).

” ‘Honra a tu padre y a tu madre’, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra” (Efe. 6:2,3).

Nunca había entendido completamente lo que significaba el quinto Mandamiento, hasta que llegaron mis años dorados y estuve del lado receptor del Mandamiento. Ahora aprecio más que nunca que Dios pida a los hijos que honren a sus padres, incluso cuando somos ancianos, en lugar de dejarnos, por decirlo de alguna manera, a un lado acumulando polvo; especialmente los que somos propensos a desarrollar demencia senil o Alzheimer. Dios nunca tuvo la intención de que los padres estén solos y deprimidos en su vejez, sino que disfruten con sus hijos el mayor tiempo posible.

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¿Esta mi nombre escrito ahi?

“No entrará en ella ninguna cosa Impura o que haga abominación y mentira, sino solamente los que están Inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apoc. 21:27).

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En un reciente viaje desde Fayetteville (Carolina del Norte) hasta Oakland (California), mi esposo y yo teníamos planeadas unas vacaciones de Navidad con nuestros hijos y nietos, antes de visitar a mi madre y mis familiares en Ohio. Hicimos cuidadosamente las maletas. En lugar de un monedero, me puse un estuche alrededor del cuello, para llevar nuestras tarjetas médicas y de identidad junto con el dinero en metálico.

Mis prótesis de rodillas activaron el timbre de seguridad en el control del aeropuerto. Un funcionario me pidió que me quitara el estuche que me colgaba del cuello. Luego, se concentró en mi esposo. Otro agente me hizo una radiografía, para confirmar que yo en verdad tengo rodillas artificiales. Finalmente, nos dijeron que podíamos entrar en el área protegida de salidas y llegadas.

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De cenizas a diamantes

“Que a los afligidos de Sion se les dé esplendor en lugar de ceniza, aceite de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado. Serán llamados ‘Árboles de justicia’, ‘Plantío de Jehová’, para gloria suya” (Isa. 61:3).

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EI martes 19 de septiembre de 2007, Santa Lucía era un país de luto. Antes nuestros ojos, los restos de nuestro amado primer ministro, Sir John George Melvin Compton, eran transportados en su camioneta favorita. Las lágrimas rodaban por las mejillas, mientras los portadores oficiales del féretro, con semblante circunspecto, lo llevaban sobre sus robustos hombros desde el vehículo hasta el tanatorio, para su incineración. Debió de ser duro para la familia del primer ministro constatar finalmente que aquel ser tan querido había sido reducido a cenizas.

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El Señor Jair

“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mat. 5:3).

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Conocí al señor Jair en el momento más duro de mi vida, y nunca olvidaré la lección de humildad que aprendí. Nací en la campiña, siendo hija de un hombre cuya familia tenía muchas propiedades. Sin embargo, debido a una prolongada sequía, lo habíamos perdido todo. Mi padre se convirtió en un asalariado, pero nos enseñó a sus hijos acerca del orgullo y la vanidad de los terratenientes portugueses.

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Espera a que pase

“Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré” (Sal. 91:15).

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No soy de quienes se gozan con la autocompasión; parece, sin embargo, que todo mi mundo se está desmoronando. Satanás, literalmente ha arremetido contra mi relación con algunas personas a las que quiero. Ha atacado, también,

mi situación económica y mi salud. Tal vez, estés siendo igualmente probada y tentada de maneras que amenazan con debilitar tu fe. Sea como fuere, recordemos las vidas de tres personajes bíblicos que decidieron permanecer fieles a Dios incluso bajo los ataques del enemigo. De sus ejemplos de fidelidad en las pruebas, también nosotras podemos obtener fuerzas y determinación a fin de permanecer fieles al Señor en medio de nuestras dificultades.

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Dios cura a los animales también

“Los justos cuidan de sus animales” (Prov. 12:10, NTV).

“Tú, Jehová, conservas al hombre y al animal” (Sal. 36:6).

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La búfala de Karamjit Kaur estaba muy enferma. Llamaron al veterinario, y comenzó su tratamiento. La angustia duró un par de meses. Angustia, porque el sustento de la familia de Karamjit dependía de la leche de búfala; y también por el temor de perder al animal. Después de todo, la familia se sentía muy ligada a ella y le preocupaba su bienestar. No sería exagerado decir que existían lazos especiales entre la familia y el animal. La búfala les había traído bendiciones. La consideraban, incluso, un miembro más de la familia. Por ello, el saber que había escasas esperanzas de que se recuperase les causaba una gran tristeza.

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El error del policía

“Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom. 8:28).

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Recuerdo claramente cómo fue mi primera visita a la prisión. Antes de que los funcionarios me permitieran atravesar las puertas de seguridad, examinaron mis pertenencias y me cachearon. Lo soporté todo, para visitar a mi querido hijo de quince años. Era drogadicto, y había acabado en la cárcel por asaltar una tienda con una pistola de juguete. Necesitaba un abogado defensor, que lo amara.

Me condujeron a un vestíbulo sin ventilación, con dos celdas. En una de ellas se encontraba mi hijo. Cuando me vio, se acercó a mí arrastrando los pies y llorando. Verlo en ese trágico estado fue más de lo que yo podía soportar. No pude contener un estallido de lágrimas. Diez minutos más tarde, un policía abrió la puerta y pronunció el nombre de mi hijo.

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El amor cubre…

“El amor cubre todas las faltas” (Prov. 10:12).3

Cuando me arrodillé para abrazarla, mi cachorrita dóberman saltó hada mis brazos para darme la bienvenida. Entonces miré hacia la alfombra del salón y me quedé horrorizada: cinco zapatos míos se encontraban esparcidos por allí, todos ellos mordidos. Era obvio que se me había olvidado cerrar bien la puerta del armario antes de irme al trabajo. Para no aburrirse, Sheba había pasado una mañana entretenida. Le gustaba la variedad -cada zapato correspondía a un par distinto-, y también el cuero de calidad. Los recogí y los llevé al zapatero. Allí, Jen- tamente, alcé mis queridos zapatos de color marrón con las puntas en pico. Sonreí al zapatero, pero él movió la cabeza con tristeza.

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Perdidas y encontradas

“Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré” (Sal. 91:15).

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 Tenía que ir corriendo al supermercado antes del trabajo, para comprar helados para una reunión.

-¿Necesitas que te compre algo? -me preguntó mi amiga por teléfono.

Le pregunté si podía conseguirme una bebida caliente, para una mañana tan fría. Una hora más tarde, ella me llamó y me dijo:

-¿Podemos vernos en la entrada de la oficina, para darte tu bebida?

Entonces me entregó la bebida por la ventanilla de su auto.

-¿Pasa algo? -le pregunté, al notar que no tenía la sonrisa de siempre.

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Una esposa que ora

“¿Qué sabes tú, mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (1 Cor. 7:16).

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El Señor está con los que trabajan en su viña. Yo puedo dar fe de ello. Edward, mi esposo, no se bautizó cuando yo me convertí y me uní a la iglesia en 1997. Sin embargo, comenzó a visitar la iglesia conmigo ocasionalmente. Cerca de diez años después de haberme hecho adventista, sentí un profundo deseo de predicar en una serie de campañas de evangelismo. Así que, me sentí contentísima cuando una de las Uniones de Botsuana ofreció un curso de formación en evangelismo para laicos. Al contar con esa ayuda de parte de la Unión, nuestra iglesia local decidió celebrar una campaña de evangelismo. Y adivina a quién eligió para que predicara. ¡A mí!

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