Archivo | marzo 2017

El Coleccionista de Insultos

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Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes.

A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario.

Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento, y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante.

 

El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla.

 

Conociendo la reputación del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.

 

Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío.

Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo:

Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros.

Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de sus casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.

 

Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

 

-¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?

 

El viejo samurai repuso:

 

-Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?

-Por supuesto, a quien intentó entregarlo -respondió uno de los discípulos.

 

-Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos añadió el maestro-. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.

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Mi esposa la avariciosa

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“Mientras cantaban y bailaban, las mujeres repetían: ‘Mil hombres mató Saúl, y diez mil mató David’.

Esto le molestó mucho a Saúl, y muy enojado dijo:

‘A David le atribuyen la muerte de diez mil hombres, y a mí únicamente la de mil. ¡Ya solo falta que lo hagan rey!’” (1 Samuel 18:7,8).

Era uno de esos maravillosos momentos en los que llegaba a casa y me envolvía un olor extraordinario. Esa noche en particular, fue el rico aroma de unas enchiladas que había en el horno. Vi a mi esposa batiendo afanosamente un cuenco de guacamole. ¡Aguacates! Me disponía a untar un trozo de tortilla de maíz cuando, en broma, me golpeó la mano. Así que me retiré y esperé a que las enchiladas terminaran de cocinarse. Mi esposa es una apasionada de la comida, le encanta tanto comerla como cocinarla, así que estoy un poco malcriado. Sin embargo, su amor por la cocina y su amor por la comida han engendrado una característica muy mala: la avaricia. Cuando todo estuvo listo, me serví un montón de guacamole.

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Todos los días de tu vida

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“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da” (Éxo. 20:12).

” ‘Honra a tu padre y a tu madre’, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra” (Efe. 6:2,3).

Nunca había entendido completamente lo que significaba el quinto Mandamiento, hasta que llegaron mis años dorados y estuve del lado receptor del Mandamiento. Ahora aprecio más que nunca que Dios pida a los hijos que honren a sus padres, incluso cuando somos ancianos, en lugar de dejarnos, por decirlo de alguna manera, a un lado acumulando polvo; especialmente los que somos propensos a desarrollar demencia senil o Alzheimer. Dios nunca tuvo la intención de que los padres estén solos y deprimidos en su vejez, sino que disfruten con sus hijos el mayor tiempo posible.

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Pecados encubiertos

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“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 325).

Jim Bakker había hecho una carrera meteórica como evangelista de televisión.

En poco tiempo, había pasado de trabajar en un restaurante a trabajar en la cadena televisiva de Pat Robertson en “El Club 700”. Después de comenzar su propio programa, “El Club PTL”, llegó a tener más de 12 millones de televidentes y a ser emitido en más de cien cadenas de televisión. Para ese entonces, había comprado un satélite para transmitir sus programas las 24 horas en Estados Unidos, y recibía por parte de los televidentes más de un millón de dólares semanales para sus proyectos.

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Arrepentimiento es…

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«La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación». 2 Corintios 7: 10

¿CÓMO NOS JUSTIFICAREMOS ante Dios? ¿Cómo se hará justo el pecador? Únicamente por medio de Cristo podemos estar en armonía con Dios y con la santidad. Entonces ¿cómo hemos de ir a Cristo? Muchos formulan hoy la misma pregunta que hizo la multitud el día de Pentecostés, cuando, convencida de pecado, exclamó: «¿Qué debemos hacer?». La primera palabra de la respuesta del apóstol Pedro fue: «Arrepiéntanse» (Hech. 2: 37-38, NVI). Poco después, en otra ocasión, dijo: «Para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios» (Hech. 3: 19, NVI).

El arrepentimiento incluye tristeza por el pecado, y además, abandonarlo. No renunciaremos al pecado a menos que nos demos cuenta de su malignidad; y mientras no lo repudiemos de corazón no habrá cambio real en nuestra vida.

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