Uno de los más grandes héroes de la Segunda Guerra Mundial en el campo de batalla, jamás disparó una sola bala, ni mató a nadie. Este fue Desmond Doss.
Desmond Doss tenía unas creencias muy fuertes, al ser criado por sus padres como Adventista del Séptimo Día. Para el, la observancia de los mandamientos de Dios eran fundamentales pero durante la Segunda Guerra Mundial uno de ellos fue el que le dio problemas. Doss quería servir a su país en el ejército, pero no quería empuñar un arma ni matar a nadie, por lo que tras alistarse en 1942 como A-O (Objetor de Conciencia), sufrió toda clase de humillaciones y palizas.
Después de ser considerado un cobarde y tras mucha oposición y lucha, Doss encontró finalmente un modo de combatir que no implicara usar un arma. Lo hizo como un médico del 2 ª Pelotón, compañía B, 1er Batallón, 307ª de Infantería, 77 ª División de Infantería, sin ni siquiera portar un arma para su defensa.
Doss fue destinado con su unidad al Pacífico en 1944 y en Guam y Filipinas recibió la Estrella de Bronce por ayudar a soldados heridos bajo fuego y en 1945 participó en la toma de la isla de Okinawa. Fue en la batalla de Okinawa donde el valor de Doss se enfrentó a la prueba más dura. Su compañía tuvo que escalar el acantilado de Maeda, conocido por los norteamericanos como Hacksaw Ridge, un acantilado de 120 metros para ser recibidos por un intenso fuego enemigo. Mientras sus compañeros caían segados por los disparos enemigos y sin pararse a pensar en su propia seguridad, rodeado de explosiones y fuego de ametralladora, atendió a todos los que pudo. Durante varias horas, Doss se fue llevando uno a uno a todos los soldados heridos a la base del acantilado a través de una endeble escalera de madera y una cuerda. Según el testimonio de Doss, apenas salvó a unas docenas pero, de este modo, el solo logró rescatar a 75 hombres, según las cifras oficiales ya que se desconoce el número exacto de vidas que salvó.
Mientras los iba rescatando pedía a Dios: