De cenizas a diamantes

“Que a los afligidos de Sion se les dé esplendor en lugar de ceniza, aceite de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado. Serán llamados ‘Árboles de justicia’, ‘Plantío de Jehová’, para gloria suya” (Isa. 61:3).

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EI martes 19 de septiembre de 2007, Santa Lucía era un país de luto. Antes nuestros ojos, los restos de nuestro amado primer ministro, Sir John George Melvin Compton, eran transportados en su camioneta favorita. Las lágrimas rodaban por las mejillas, mientras los portadores oficiales del féretro, con semblante circunspecto, lo llevaban sobre sus robustos hombros desde el vehículo hasta el tanatorio, para su incineración. Debió de ser duro para la familia del primer ministro constatar finalmente que aquel ser tan querido había sido reducido a cenizas.

Siempre me he sentido fascinada por la ceniza y el polvo, en relación con los seres humanos. Tales elementos representan, para mí, la auténtica vanidad que subyace a todo. En su obra Hamlet (acto segundo, escena segunda), William Shakespeare describe atinadamente la naturaleza paradójica de los mortales: “¡Qué gran obra es el hombre! ¡Qué noble su razón! ¡Qué infinitas sus facultades! […] ¡El más perfecto de los animales! Sin embargo, para mí, ¿qué significa esta quintaesencia de polvo?” Hablando cierta vez con Dios, Abraham describió su humilde condición como “polvo y ceniza” (Gén. 18:27).

“¿Resume esto la experiencia humana?”, me preguntaba el día en que dijimos adiós a nuestro primer ministro. Eran, sin duda, pensamientos deprimentes. Luego, algún tiempo después, leí un asombroso artículo sobre los usos de las cenizas. Aprendí la utilidad que tienen.

De acuerdo con los hallazgos mencionados en ese artículo, el carbono liberado durante la incineración puede ser recogido como polvo oscuro, y calentado luego para producir grafito. El autor del texto explicaba que el grafito, una vez enviado a un laboratorio, puede ser sintetizado y dar lugar a piedras preciosas que semejan diamantes de colores. Entonces me dije: “Si un científico puede tomar las cenizas de una cremación y convertirlas en ‘diamantes’, ¿qué no podrá hacer Dios con nosotros mientras todavía estamos vivos?”

Puedes sentir que tu vida es, en este preciso momento, un montón de polvo y ceniza sin propósito alguno. Recuerda, sin embargo, que quien tan formidable y maravillosamente nos hizo del polvo de la tierra nos ha prometido darnos finalmente “esplendor”, en lugar de nuestras cenizas. ¿Qué es el amor, sino esto?

A pesar de nuestra fragilidad, todos somos diamantes en formación. ¡Dios es capaz de hacerlo!

Judelia Medard-Santiesteban

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