Archivo | febrero 2017

¿Esta mi nombre escrito ahi?

“No entrará en ella ninguna cosa Impura o que haga abominación y mentira, sino solamente los que están Inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apoc. 21:27).

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En un reciente viaje desde Fayetteville (Carolina del Norte) hasta Oakland (California), mi esposo y yo teníamos planeadas unas vacaciones de Navidad con nuestros hijos y nietos, antes de visitar a mi madre y mis familiares en Ohio. Hicimos cuidadosamente las maletas. En lugar de un monedero, me puse un estuche alrededor del cuello, para llevar nuestras tarjetas médicas y de identidad junto con el dinero en metálico.

Mis prótesis de rodillas activaron el timbre de seguridad en el control del aeropuerto. Un funcionario me pidió que me quitara el estuche que me colgaba del cuello. Luego, se concentró en mi esposo. Otro agente me hizo una radiografía, para confirmar que yo en verdad tengo rodillas artificiales. Finalmente, nos dijeron que podíamos entrar en el área protegida de salidas y llegadas.

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Un baño de sangre en el estrecho de los Dardanelos

“Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos: quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos” (1 Samuel 14:6).

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El fresco aire del Mar de Mármara llenó mis pulmones aquella noche de febrero. Me encontraba en la ciudad turca de Canakkale, y acabábamos de visitar las ruinas de la antigua Troya.

De repente, un inmenso cañón quebró la tranquilidad de aquella avenida de la metrópolis. Era un artefacto de la Primera Guerra Mundial, utilizado en la batalla de Galípoli (también llamada batalla de los Dardanelos). Días más tarde, recorriendo el mausoleo de Mustafá Kemal Atatürk, en la ciudad de Ankara, la guía nos detalló con precisión lo ocurrido en aquella contienda bélica.

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La entrada triunfal

«Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna». Zacarías 9: 9

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CRISTO SEGUÍA la costumbre de los judíos en cuanto a una entrada real. El animal en el cual cabalgaba era el que montaban los reyes de Israel, y la profecía había predicho que así vendría el Mesías a su reino. No bien se hubo sentado sobre el pollino cuando una algarabía de triunfo llenó el aire. La multitud le aclamó como Mesías, como su Rey. Jesús aceptaba ahora el homenaje que nunca antes había permitido que se le rindiera, y los discípulos interpretaron eso como una prueba de que se cumplirían sus esperanzas y le verían establecerse en el trono. La multitud estaba convencida de que la hora de su emancipación estaba cerca. En su imaginación, veía a los ejércitos romanos expulsados de Jerusalén, y a Israel convertido una vez más en nación independiente. Todos estaban felices y alborozados; competían unos con otros por rendirle homenaje. No podían exhibir pompa y esplendor exteriores, pero le tributaban la adoración de corazones felices. Eran incapaces de presentarle regalos costosos, pero extendían sus mantos como alfombra en su camino, y esparcían también en él ramas de oliva y palmas. No podían encabezar la procesión triunfal con estandartes reales, pero esparcían palmas, emblema natural de victoria, y las agitaban en alto con sonoras aclamaciones y hosannas.

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De cenizas a diamantes

“Que a los afligidos de Sion se les dé esplendor en lugar de ceniza, aceite de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado. Serán llamados ‘Árboles de justicia’, ‘Plantío de Jehová’, para gloria suya” (Isa. 61:3).

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EI martes 19 de septiembre de 2007, Santa Lucía era un país de luto. Antes nuestros ojos, los restos de nuestro amado primer ministro, Sir John George Melvin Compton, eran transportados en su camioneta favorita. Las lágrimas rodaban por las mejillas, mientras los portadores oficiales del féretro, con semblante circunspecto, lo llevaban sobre sus robustos hombros desde el vehículo hasta el tanatorio, para su incineración. Debió de ser duro para la familia del primer ministro constatar finalmente que aquel ser tan querido había sido reducido a cenizas.

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Duelo entre ángeles

“Este gran dragón -la serpiente antigua llamada diablo o Satanás, el que engaña al mundo entero-fue lanzado a la tierra junto con todos sus ángeles” (Apocalipsis 729, NTV).

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Allí, frente a frente, se enfrentaban trece caballeros franceses contra trece caballeros italianos. Este duelo es recordado como el Desafío de Barletta, y sucedió el 13 de febrero de 1503 en la ciudad napolitana de Barletta, en el contexto de la guerra de Nápoles. El enfrentamiento terminó con la victoria de los italianos, y los franceses tuvieron que pagar un rescate.

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Problemas familiares

«Ni aun sus hermanos creían en él». Juan 7: 5

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A MUY TEMPRANA EDAD, Jesús se había hecho responsable de la formación de su carácter, y ni siquiera el respeto y el amor por sus padres podían apartarlo de la obediencia a la Palabra de Dios. La declaración: «Escrito está» constituía su razón para todo acto que difería de las costumbres familiares. Pero la influencia de los rabinos le amargaba la vida. Aun en su juventud tuvo que aprender la dura lección del silencio y la paciente tolerancia.

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La tarjeta de felicitación

“Fuerza y honor son su vestidura, y se ríe de lo porvenir” (Prov. 31:25).

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Era una tarjeta completamente nueva. No recordaba haberla comprado, pero estaba en mi archivo de tarjetas. Las luminosas palabras, “Feliz cumpleaños a nuestro yerno” suscitaban toda una gama de emociones. El divorcio de mi hija se consumaría en pocos dias. Aún no habíamos asimilado esa triste circunstancia, pero era evidente que no íbamos a necesitar más de aquella tarjeta. No lograba decidirme a tirarla, así que, estaba pensando dársela a una amiga mía que tiene una hija felizmente casada. Ella sí podrá utilizarla.

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Restaurar la imagen

“Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó” (Génesis 7:27, NTV).

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Como la gran mayoría de los personajes que estamos recordando, él tuvo una vida marcada por claroscuros. Si bien su oposición a la discriminación racial se mantuvo a lo largo de su vida, pasó de terrorista a primer presidente negro de Sudáfrica. Nelson Mándela figura entre las personalidades más recordadas de las últimas décadas.

Nelson Rolihlahla Mándela fue abogado, activista contra el apartheid, político y filántropo sudafricano, que fue presidente entre 1994 y 1999. Fue el primer presidente de raza negra de su país, y el primero en resultar elegido tanto por blancos como por negros en un sufragio universal en Sudáfrica. Tuvo la delicada tarea de reorganizar la sociedad sudafricana, combatiendo el racismo, la pobreza y la desigualdad social, enquistados en cada institución social. Por su activismo, recibió más de 250 condecoraciones, incluyendo el Premio Nobel de la Paz en 1993, la Medalla de la Libertad del presidente de Estados Unidos y el Orden Soviético de Lenin.

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Entender su misión

«Cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la Fiesta». Lucas 2: 42

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LA PASCUA IBA SEGUIDA de los siete días de panes sin levadura. El segundo día de la fiesta, se presentaba una gavilla de cebada delante del Señor como primicias de la cosecha del año. Todas las ceremonias de la fiesta eran figuras de la obra de Cristo. La liberación de Israel de la esclavitud egipcia era un símbolo de la redención, que la Pascua estaba destinada a rememorar. El cordero que se sacrificaba, el pan sin levadura, la gavilla de las primicias, representaban al Salvador.

Para la mayor parte de los que vivía en los días de Cristo, la observancia de esta fiesta se había convertido en puro formalismo. Pero, ¡cuánto significaba para el Hijo de Dios!

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Tú eres tu propia hermana gemela

“Dios no es como los mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando hace una promesa, la cumple” (Números 23:19).

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La broma más cruel que le he hecho a mi hermano Russell fue decirle que tenía una hermana gemela idéntica a él que había sido enviada a China. Había una foto de él con un ahito colgada en el pasillo, y en esa foto él tenía el pelo largo como de niña. Sinceramente, parecía una niña. Cuando un día nos preguntó quién era la niña de la foto, no pude resistirlo. “¿Esa? -respondí con naturalidad-, “es tu hermana gemela, Susan”.

“¡¿Tengo una hermana gemela?! -exclamó-. ¿Pero dónde está?” “Verás, tiene una enfermedad -me inventé yo-, Y como nos avergonzábamos de ella, la enviamos al otro extremo del mundo, a China”. Mi hermano estaba desolado. Pasaron días y semanas. A veces, lo veía en el pasillo mirando con tristeza la foto. Un día lo vi sollozando, en el suelo, acunando la foto en su regazo y repitiendo:” ¡Te quiero, Susan! ¡Vuelve a casa!” Años más tarde, Russell me confesó que no supo la verdad hasta que estaba en la secundaria. Se dio cuenta de que le había mentido porque escuchó a mamá en el pasillo frente a la foto, diciendo: “Russell, echo de menos tus rizos”.

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