La tarjeta de felicitación

“Fuerza y honor son su vestidura, y se ríe de lo porvenir” (Prov. 31:25).

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Era una tarjeta completamente nueva. No recordaba haberla comprado, pero estaba en mi archivo de tarjetas. Las luminosas palabras, “Feliz cumpleaños a nuestro yerno” suscitaban toda una gama de emociones. El divorcio de mi hija se consumaría en pocos dias. Aún no habíamos asimilado esa triste circunstancia, pero era evidente que no íbamos a necesitar más de aquella tarjeta. No lograba decidirme a tirarla, así que, estaba pensando dársela a una amiga mía que tiene una hija felizmente casada. Ella sí podrá utilizarla.

Como padres, ¿por qué creemos que estamos preparando a nuestros hijos para unas vidas felices? Respondiendo a mi propia pregunta, supongo que, sencillamente, no podemos imaginarnos que necesitarán estar preparados para la tristeza o el desengaño. Sin embargo, la realidad sugiere que hemos de ser más prácticos. Mi hija ahora forma parte del cincuenta por ciento de parejas que se divorcian. Pero, dejando los números a un lado, sufro y oro por ella. Mi hija es más que una estadística para Dios.

Pasado el impacto inicial, ella apeló a toda su fuerza de voluntad para seguir adelante. Ayer fingió entusiasmo cuando llamó por teléfono para describir su nueva casa de alquiler, procurando pasar de puntillas sobre el hecho de que es la mitad de grande que su casa. Viajaré allí la próxima semana, para ayudarla a embalar objetos. Tendré que sobreponerme. No es hora de llorar.

La verdad es que me alivia que ella considere que las cosas no tienen por qué ser perfectas. Mi hija no se rige por la ¡dea errónea de que los problemas nunca llaman a la puerta. Se concede permiso para llorar, pero luego se sienta con verdadera determinación a planificar el futuro dadas las nuevas circunstancias.

Me complace saber que cree que Dios está cerca de ella. Ha sentido su dulce amor consolador durante las noches de insomnio. Volviéndose a él cuando nada tenía sentido, ha sido bendecida con una visión clara y confiada. Al principio estaba dominada por sus emociones, pero ahora la objetividad y el análisis realista han de tomar el control. Con la ayuda de Dios, avanzará, resuelta y tenazmente, hacia la próxima etapa de su vida. Las pérdidas de hoy estimularán sus esperanzas del mañana.

¿Y qué ha de hacer una madre…? Ojalá hubiera podido protegerla de todo esto. Pero yo también necesito mirar hacia delante. Sin duda, puedo descansar en la seguridad de que ha madurado lo bastante como para ser una mujer espiritual: su fe es sólida. ¡Cuánto agradezco a Dios fe bendición de tener una hija, esté casada o no!

Linda Nottingham

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